Situamos el centro de nuestra tarea educativa y nos comprometemos con este MODELO DE PERSONA QUE QUEREMOS EDUCAR y que llevaremos a la práctica en todas nuestras iniciativas y espacios de aprendizaje.
De esta manera, la persona que formemos desde nuestro proyecto educativo tendrá estos 7 rasgos:
Es aquella que se conoce a sí misma y mantiene un consistente conocimiento y experiencia de la sociedad y de sus desequilibrios. Se siente llamada a mirar el mundo, la realidad, con los ojos de Dios, descubriendo la bondad y la belleza de la creación y de las personas; pero también los lugares de dolor, miseria e injusticia. De esa contemplación surgirá el agradecimiento y de él el deseo de comprometerse a ser agente de cambio y trascender.
Es aquella que, contando con una formación académica que le permite conocer con rigor los avances de la ciencia y de la tecnología, plantea y resuelve problemas; es decir, se involucra con la vida, aprende de ella y la transforma. Para ello ha desarrollado habilidades cognitivas, socio-afectivas y espirituales que son necesarias para su realización humana y profesional.
Es aquella que se asombra, hace preguntas, es flexible y así forma parte de un mundo cambiante y diverso. Se prepara para él sabiendo que para ello deberá aprender durante toda su existencia. Y participa de él creando un proyecto de vida para los demás y con los demás.
Es aquella que abre su corazón para adherirse al sufrimiento que otros viven, apoyándolos especialmente en situaciones difíciles. Para ello, conoce y hace amistad con los pobres y marginados[1].
La experiencia es una condición necesaria pero no es suficiente, pues, además, la persona justa y solidaria tiene que reflexionar sobre esta experiencia, reconociendo el valor de la persona humana como fin en sí misma, sin instrumentalizarla.
Es aquella que confía en sí misma, en las comunidades de la que forma parte (familia, amigos, escuela y otras formas de asociación), en el mundo y en la acción de Dios, de tal manera que actúa contextualizada "como si todo dependiera de ella, sabiendo que todo depende de Dios"[1].
Construye relaciones interpersonales satisfactorias y su trato demuestra alegría y buen humor.
Es aquella de acción valerosa pues se empeña honestamente en la acción sobre sí misma y sobre el mundo, junto con otros.
Lleva adelante un compromiso ecológico para la reconciliación y sanación de la tierra, junto con un compromiso hacia la justicia social[1], que son necesidades urgentes, en la medida en que afectan a todas las personas del planeta.
Es aquella que, discerniendo las necesidades más urgentes de los tiempos, encuentra maneras de servir tan ricas y tan profundas como sus maneras de amar. Por ello, evoluciona desde sentimientos de caridad y compasión hacia un sentido de justicia y solidaridad, que favorezcan su contribución a cambiar las estructuras sociales injustas del mundo en el que vive.
Somos conscientes que para llevar a cabo esta transformación educativa, centrada en el Modelo de persona, hemos de formular y definir impactos que nos permitan observar, valorar y evaluar periódicamente la evolución de los comportamientos, comprensiones y marcos mentales de nuestros estudiantes.
Impacto de comportamiento: cambio en la manera de actuar del estudiante, sin que cambie su forma de pensar ni de ver la situación. Se manifiesta en el cambio de comportamiento y tiene como consecuencia un cambio contextual.
Impacto de comprensión: cambio en la forma de actuar y resolver la situación porque el estudiante ha adquirido unos aprendizajes que le permiten justificar y argumentar. Se manifiesta en el cambio de comportamiento con capacidad de argumentar el porqué y tiene como consecuencia un cambio de comportamiento en contextos similares y relativamente permanentes.
Impacto de marco mental: el estudiante ve la situación concreta, así como otras situaciones desde otra perspectiva (nuevos lentes) y en consecuencia actúa y argumenta. Se manifiesta en el cambio de comportamiento y de argumentos porque cambia su manera de entender el mundo y tiene como consecuencia un cambio de comportamiento generalizado y permanente.